Esta película, junto a Vicky, Cristina, Barcelona, ha sido la que más proyección
internacional ha dado por imágenes a la ciudad de Barcelona. Sin embargo, la
visión de la ciudad en una y otra producción es totalmente contrapuesta. Ésta centra
la atención en aquella gente que vive al margen de la sociedad. Mientras el
director estadounidense nos presentó una Barcelona bucólica radiante de felicidad,
como si de una postal de reclamo turístico se tratase; el mexicano decidió situarse
en el extremo radicalmente opuesto. Se refleja una Barcelona que se identifica
más con las 3 chimeneas del Poble Sec que
con las torres de la Sagrada Familia.
Una Barcelona degradante que va asfixiando hasta la muerte a los más
desfavorecidos. Si a Woody Allen esa imagen perfecta de la ciudad le sirvió
para contentar a sus productores, a Iñárritu la urbe marginal le funciona como
telón de fondo perfecto para otra durísima historia sobre el llamado cuarto
mundo, ese que subyace tras el escaparate turístico. Aunque sin duda la gran
diferencia entre ambas producciones es que en Biutiful, Barcelona no es el reclamo, sino que es la capacidad de Bardem para hacernos
olvidar esas penurias con un personaje lleno de matices. Según diversos
críticos cineastas, Biutiful “es más
realista porque toda gran capital tiene esos bajos fondos, ese mundo mucho más
duro para sobrevivir en el que nunca transita ni el ciudadano barcelonés ni el
turista”.
Para ambientar este extraño drama sobre la salvación
de un alma al borde del abismo, se utilizan numerosos escenarios de la ciudad e
incluso de la periferia. En la película aparecen varias partes de Barcelona. La
parte sur, debajo de la plaza Catalunya entre
el Raval y el Poble Sec, el colegio de la calle Sant Pau, grandes carreras de persecución por el Paseo de Gracia, impactantes imágenes
de locales en la frontera con Sant Adrià,
en la iglesia de Sant Joan Baptista
de Santa Coloma de Gramenet y calles
de Badalona.
Uxbal (Javier Bardem) es un marginado de baja
extracción social que se dedica a entregar regularmente, sustanciosos sobornos
a unos corruptos Mossos d’Esquadra para que hagan la vista gorda en
determinadas zonas, en las que un grupo de senegaleses vende sus falsas
mercancías. Sin embargo, los Mossos quieren cada vez más dinero, y los
senegaleses, por su cuenta y riesgo, venden además heroína. Todo ello provoca
que los Mossos carguen, con desproporcionada violencia, contra esos vendedores
africanos que trabajan para Uxbal, en plena Rambla Catalunya y Paseo de Gracia.
En la calle
Canyameres, en la zona de La
Prosperitat, se encuentra el local donde el equipo de rodaje y los técnicos
habían utilizado para cambiarse de ropa. Posiblemente los interiores rodados en
esta calle sean los más utilizados en la película por Bardem y su familia.
También, hacia el final de la película, Bardem, aparece cruzando el llamado
“Puente de Sarajevo”, que comunica Trinitat
Nova con la Trinitat Vella.
La visión de
Barcelona va desde planos panorámicos hasta escenarios concretos, unos menos emblemáticos
y otros más, como por ejemplo: La Plaza
Catalunya, Vía Laietana, las Ramblas, el cementerio de Sants, la
casa Burés o la playa de la
Barceloneta.
Sobre este tema, Iñárritu confesó que: “Cuando paseé
por Santa Coloma, Badalona o el Raval, encontré comunidades increíblemente diversas, vibrantes,
ecléctivas, conformadas por africanos, árabes, rusos, chinos… Es fascinante”.
Viniéndole como anillo al dedo para reflejar el verdadero significado de la
película, que no es otro que plasmar los problemas de la inmigración, la
explotación y la falta de integración en la sociedad.
Las Ramblas
y el cementerio de Sants, en Biutiful, donde Uxbal y su hermano, a
costa de conseguir unos euros, venden el nicho donde está enterrado su padre,
al que sacan del ataúd. Iñárritu hizo colorear y pintar algunos nichos como si
estuviesen vacíos, e hizo también pintar ataúdes como si estuviesen medio
salidos, para dar una apariencia más tétrica al cementerio.
Y ya por último, nos queda la impactante escena de
la película rodada en la playa de la
Barceloneta, con las Torres Mapfre
de fondo. Queda claro que Biutiful es
capaz de enseñar que no todo en Barcelona es Gaudí y diseño, ni todos sus
habitantes se pasean en bici escuchando música en su reproductor.
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